Alarma. 7 AM. Descartar.
Al mismo tiempo, la cafetera programada comienza a funcionar
y el aroma invade el lujoso departamento.
Pablo enciende el televisor ultra moderno, se viste con su
ropa de marca y se pone uno de los perfumes importados. En breve, se subirá a
su lujoso automóvil rumbo a su empresa, una de las más reconocidas actualmente
por sus niveles de crecimiento y ganancias.
En la tele hablan de un invento, un descubrimiento, pero no
llega a entender de qué se trata. Finalmente, café en mano, se apoya contra la
mesada de granito y le dedica cinco minutos de su atención.
El graph al pie de
la pantalla declara “VIAJAR EN EL TIEMPO, ES POSIBLE” y el periodista acompaña
con ademanes y tono de voz la explicación de la noticia:
“¿Se acuerdan de la
película Volver al Futuro? Esa en la que un científico había convertido un auto
en una máquina del tiempo y junto con su ayudante viajan al futuro y al pasado
para cambiar algunos acontecimientos. Bueno, ¡ahora es posible! –exclama.
Y ojo que esto no es
como cuando nos dijeron que íbamos a tener unas naves espaciales que iban a ir
a la estratósfera, y de ahí podíamos ir a Japón en una hora y media. Esto es en
serio. Está probado.
Científicos de la NASA
decodificaron el algoritmo que combina el tiempo y el espacio, y crearon una
máquina que permite nada más y nada menos que viajar en el tiempo. Ya se
hicieron varias pruebas y sí, FUNCIONA –remarca el comunicador.
Para seguir
financiando el proyecto, la NASA está inscribiendo interesados en realizar
estos viajes en el tiempo, por la módica suma de 500 mil dólares…”
Pablo se quedó pensativo unos segundos. ¿Por qué nó? Ya tengo mi hectárea en la luna y
mi pasaje para la expedición a Marte.
Unos meses más tarde, todo estaba dispuesto. Pablo había
pagado la tarifa, se había sometido a los más exhaustivos exámenes médicos, y
había firmado tantos documentos que tranquilamente le podría haber vendido su
alma al diablo y ni siquiera lo sabía. Estaba delante de la famosa máquina, era
momento de elegir la fecha a la que viajaría. Tenía sólo unas horas en el punto
de destino para hacer lo que quisiese, pero debía tener en cuenta dos cosas:
una, que sus acciones podían modificar el actual presente; y dos, que el algoritmo intentaría restablecerse automáticamente, y lo
traería de vuelta casi sin darse cuenta.
Ingresaron la fecha.
START.
No le costó llegar a la esquina del colegio primario. Todo
se veía como lo recordaba. El kiosko de la esquina, la librería de mitad de
cuadra. El portero con la escoba en la mano saludando a los niños que iban
llegando. De pronto, los gritos hicieron que se diera vuelta. A pocos metros, un
chico regordete, medio desalineado, era acorralado por un grupo de estudiantes
que lo tenían sujeto de los brazos, inmovilizándolo contra la pared. Uno
lideraba el ataque. Lo escupía, le daba golpes en la cabeza, lo agarraba del
estómago y le decía “comiste gordito hoy?” “se nota que comiste, no necesitás
la plata para el recreo así que me la vas a tener que dar” y la agresión física
seguía.
Sonó el timbre para entrar y los de la bandita juntaron sus cosas,
soltaron al chico y se dirigieron a la entrada. El líder venía unos metros más
atrás, contando el dinero que le había quitado a su víctima.
Pablo lo tomó por sorpresa cortándole el paso y obligándolo
a levantar la mirada.
- Eh, que onda man? Salí del paso.
- Calmate flaquito – le dijo Pablo.
- Qué calmate, gil? Quién carajo te crees que sos?
- No importa. Lo importante es que te conozco más
de lo que creés. Querés que le cuente a tus viejos lo que hacés antes de entrar
al colegio, Pablito?
El gesto del chico ya no era tan desafiante. Los ojos se
abrieron y entrecerraron tratando de recordar si conocía al
tipo este que lo estaba increpando.
- Que salame que sos nene – siguió Pablo- Qué te hacés el
malo? Y con un compañero de colegio? Sabés lo que vas a necesitar amigos
el día de mañana?
- Y vos quien sos para hablarme así man? Zafá de
acá.
- No zafo nada. Me vas a escuchar te guste o no.
Te creés el campeón del universo. El que se las sabe todas. ¿Tus compañeros
saben que llorás cuando tu papá vuelve de trabajar y ni te saluda? Y que la
charla mas profunda que tuviste con tu vieja era de qué color querías las
zapatillas nuevas?
- No es por acá pibe. Creeme. Si estás buscando tu identidad a las piñas, te vas
a arrepentir tarde o temprano. Yo sé por qué te lo digo. La plata no es nada. Tus
amigos están con vos porque todavía no se dieron cuenta de que no sos un líder,
sos un pobre pibito asustado que daría cualquier cosa por tener un poco de
cariño.
Las lágrimas corrían por las mejillas del chico. No llegaba
a procesar todo lo que estaba sucediendo, pero de algo estaba seguro: este
hombre conocía demasiado su dolor más íntimo. No podía contestarle nada. Se le
había acabado la verborragia y las ganas de provocar. Se sentía desnudo,
indefenso, descubierto.
- Me queda poco tiempo Pablito. Pero a vos te
sobra. Empezá hoy mismo pidiéndole disculpas a tu compañero. Y así como tenés los
huevos para hacerte el malo, decile a tus viejos cómo te sentís en verdad,
deciles lo que necesitás. No son malos, te van a entender.
Si algo le faltaba a Pablito en ese momento, era que el tipo
con el que estaba hablando se desintegrara delante suyo.
Pablo abrió los ojos. Miró alrededor. Sonrió conforme. El mate caliente estaba en su
mano. Le dio el último sorbo y apagó la radio. Se puso el morral, agarró la
bicicleta y se dirigió a la sociedad de fomento donde desde que terminó el
colegio, se dedicaba a trabajar con chicos conflictivos y víctimas de bullying,
mediante dinámicas que les permitieran fortalecer los vínculos, superar juntos
los problemas, y fundamentalmente, jugar entre amigos.
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